Del 5 al 26 de Octubre. Sala exposiciones del Centro Cultural Carlos Cano. Inauguración a las 19.30 horas.
Dora Crespo, aunque de raíces motrileñas, nació en Barcelona
donde vivió hasta que un día decidió regresar a Andalucía y quedarse a vivir en
La Zubia, un pueblo de la vega de Granada.
La vocación
artística de Dora Crespo nace bajo la influencia del impresionismo francés:
Gauguin, Gustaf Klimt, Matisse... Su pintura se caracteriza por trazos
irregulares, pero que tienen la virtud de crear fuertes vibraciones de color,
que suponen una verdadera audacia cromática.
Destacan
sus figuras de mujer sinuosas y rítmicas, de un lirismo grácil y personalísimo,
trabajadas intensamente como bloques temáticos, resueltas en arabescos que recuerdan el decorativismo
modernista y donde queda claramente plasmado su gusto por el uso de motivos
folclóricos, como sería el caso de sus obras tituladas: MARIA DE LA O, AZAHARA
o PASIÓN FLAMENCA, por citar algunas. Sin embargo y de otro lado, nos
encontramos con un uso contundente y compacto de la masa del cuerpo, caso de su
serie MENINAS, de gran fuerza estructural, que responde a una necesidad de
expresar las formas y muy secundariamente, los detalles anatómicos, ya que Dora
Crespo se vale de esas grandes disimilitudes, para expresar sus emociones,
revelándose como una pintora de contrastes.
Como hemos
indicado, en las obras de Dora Crespo adquieren un especial relieve las figuras
de mujer (flamencas, bailarinas, meninas, odaliscas…), pero también los
caballos mitológicos y los bodegones, que se convierten igualmente en modelos
recurrentes, dominados por una suerte de movimientos estáticos, con los que la
artista pone de manifiesto su originalidad a la hora de expresar su tendencia
hacia las formas planas y luminosas.
Artista del
color a ráfagas, la obra de Dora Crespo podría definirse como una suerte de
ventolera de matices, un arder en fuegos sagrados y perenes, en los que los
trazos emergen entre la luminiscencia de figuras vertiginosamente insinuadas,
que encierran toda la complejidad del movimiento.
A pesar de
que la obra de Dora Crespo pudiera parecer de ejecución sencilla, nada más
lejos de la realidad si la observamos con detenimiento, pues está ejecutada con
la pulcritud de unas formas de trazo nítido, geométricamente depuradas, en las
que los campos cromáticos se amalgaman hasta la abstracción.
El bodegón,
sin embargo, representa a mi modo de entender, la maduración pictórica de Dora
Crespo, unos bodegones que reproducen espacios etéreos, donde la mirada del
espectador se deleita contemplando unas líneas casi difusas pero que armonizan
de manera musical con el color y la nula ilusión de profundidad.
Y como la
moda también es arte, Dora Crespo ha unido su nombre al del modisto Carlos Haro, que ha
insertado su obra pictórica en algunos de sus diseños.
Dora Crespo
es poseedora de una técnica muy personal y de una sensibilidad exquisita; sus
obras ya no tienen el valor de lo que promete, sino de lo que realiza; por eso,
esta exposición de Dora Crespo no es esperanza, sino una consagración.
Celia Correa Góngora
Escritora.